Colombia y su camino a la transición Energética

La COP 16, próxima a realizarse, marca un nuevo capítulo en la lucha global contra el cambio climático, donde los compromisos y acciones concretas de los países en desarrollo y desarrollados determinarán el rumbo de nuestra capacidad para frenar el calentamiento global. Para Colombia, este evento reviste una importancia estratégica, dado que nuestro país está en una encrucijada: por un lado, debemos cumplir con los compromisos internacionales de reducción de emisiones, y por el otro, proteger nuestras fuentes económicas y sociales vinculadas a sectores extractivos, como la minería, especialmente minas de gran relevancia como el Cerrejón.
Uno de los principales retos que enfrentamos es el de una transición energética responsable. Esta transición no puede ser abrupta ni desconsiderada, pues afectaría gravemente el empleo, las inversiones y las regiones que dependen de la actividad minera. Es imperativo, entonces, que las decisiones que se tomen en la COP 16 sobre descarbonización incluyan planes de acción claros que aseguren que esta transformación sea progresiva y sostenible, sin desestabilizar sectores estratégicos como el del carbón, que sigue siendo una fuente importante de ingresos para Colombia.
El Cerrejón, la mina más grande de Colombia y una de las más grandes del mundo, juega un papel crucial en la economía del país. Genera empleo para miles de personas en la región de La Guajira, además de aportar significativamente al PIB y al financiamiento de servicios públicos locales. Sin embargo, no podemos negar que la minería, en especial la del carbón, está bajo la lupa internacional por su impacto ambiental. Aquí radica el equilibrio que debe buscar Colombia: la necesidad de reducir su huella de carbono y, al mismo tiempo, proteger los intereses sociales y económicos de sus ciudadanos.
Por ello, es vital que en la COP 16, Colombia presente una estrategia clara que contemple una transición justa para los trabajadores y las regiones dependientes de la minería. Esta transición debe incluir la diversificación económica de las zonas afectadas, inversión en energías renovables y la creación de oportunidades laborales en sectores verdes. De lo contrario, el costo social y económico será demasiado alto para el país.
La responsabilidad de un cambio real y sostenible no puede recaer exclusivamente en los países en desarrollo. Las naciones más industrializadas, principales emisoras de gases de efecto invernadero, deben asumir su rol protagónico en la reducción de emisiones y en la financiación de la transición para los países que, como Colombia, aún dependen de sectores extractivos. Sin esta solidaridad y compromiso global, la COP 16 se convertiría en otra oportunidad perdida.
En conclusión, esperamos que en la COP 16 veamos un avance real y balanceado hacia la sostenibilidad, donde países como Colombia puedan encaminarse hacia un futuro más limpio sin sacrificar su desarrollo económico ni el bienestar de su población.