Detrás del stilo de Mauricio Castellanos
Hoy, Mauricio Castellanos admira con un sentimiento amargo, el área que cubre su peluquería rodeada en medio de la soledad que transmiten las paredes, ubicada en la calle 14 entre carreras 2 y 3.
Aquí hace ya 18 años, empezó a solidificar un sueño y anhelo que nació del gusto inmenso que tenía hacia el mundo del estilismo y el folclor huilense. Ha sido un camino difícil, pero con sabiduría y objetivos claros ha podido avanzar hasta obtener lo que lamentablemente la pandemia ha querido arrebatarle.
Es inevitable recordar el ambiente que adornaba su peluquería un par de años atrás. El «corre corre» que se sentía en estas fechas con las compras de los insumos para confeccionar sus trajes que después de tantos años de elaboración, son una marca importante en el folclor Opita, las charlas con sus amigos sobre las reinas que participarían en ese año sobre los distintos escenarios del departamento para transformar el sanjuanero huilense en un sueño, la presencia fiel de sus clientes que se enamoraron de su trabajo años atrás y que desde ese entonces se casaron con su peluquería, las tiernas caras de asombro de quinceañeras y novias que notaban la hermosura de sus rostros después de haber pasado por sus manos… No hay duda de que el gran cariño que emanaba de sus clientes hacia Mauricio Castellanos, se ha ausentado por la problemática que vive hoy el mundo.
En medio de tantos recuerdos que abrazan la mente de Mauro en este momento, decide regresar en el tiempo cuando tenía solo 11 años.
Se emociona al ver nuevamente a su padre quien en el presente ya no lo acompaña en vida. Él se encontraba organizando algunas herramientas para arreglar un «gallito» que le había salido cerca de la casa como maestro de construcción, percibe el olor del desayuno casi listo que con mucho cariño preparaba su madre en la cocina, y se ve junto con sus cuatro hermanos realizando los quehaceres de la casa, un lugar humilde pero lleno amor.
Siendo apenas un niño, era consiente de todo lo que la comuna 8 de Neiva le brindaba. Sabía que «filo de hambre» como era llamado anteriormente Sur orientales, solía reprimir la creatividad de las personas para evitar impulsarlas a salir adelante, era difícil construir un plan de vida con las condiciones que ofrecía el barrio y mientras crecía vio como sus amigos se indujeron en el mundo de las drogas para escapar de la realidad que los golpeaba en sus casas, fue testigo de cómo vecinos con quienes creció empezaron a robar y a dañar a otras personas porque era lo que la gente con las cuales se relacionaban hacían.
Gracias a Dios, para Mauricio y sus hermanos, la historia fue diferente, ya que contaban con unos padres que sembraron en ellos unas bases sólidas para que guiaran el camino de sus vidas sin hacerse daño o dañar a otros; gracias a esos padres que se esforzaban al máximo para brindarles un techo y alimento diario inspiraron a sus hijos a salir adelante sin importar las condiciones en las cuales se encontraban.
Mauro, algo nostálgico vuelve a su realidad; deja salir un profundo suspiro, prende un cigarro y se sienta en la silla mecedora que está en el patio de su casa. Mientras se balancea suavemente en ella, se deja perder nuevamente en el recuerdo de su pasado mientras se hipnotiza con el baile del humo que sale cuando el fuego consume su cigarro.
Ahora él tiene 13 años. Está disfrutando del encuentro del grupo juvenil en el que hacía parte. Estos procesos eran liderados por maestros y directivas de la Escuela Popular Claretiana y entre ellos se encontraba el querido e inolvidable Pachito Vacca. Aquí muchos jóvenes en las mismas condiciones de Mauricio, encontraron un refugio sano gracias al arte y las distintas actividades que realizaban.
Podían desahogar sus problemas en el teatro, podían conocer distintos espacios que ignoraban gracias a la danza y sobre todo esta oportunidad dio paso a que la armonía que se vivía en la comuna fuera cálida y fraternal.
Sé convirtieron cómo una gran familia donde los problemas de unos era el problema de todos y juntos aprendieron a exigirle al gobierno, cosas que por derecho merecían para mejorar las condiciones de vida de la comuna, como tener el sistema de saneamiento básico que cubriera sus hogares, más oportunidades para estudiar entre otros.
En el transcurso de los años Mauro, fortaleció los conocimientos que adquirió en los distintos procesos en los que hizo parte y sacó a flote su liderazgo ayudando a guiar las generaciones que venían detrás de él. Organizaba también junto con sus amigos, recolectas para ayudar a personas vulnerables de otros sectores.
En una ocasión, estos 12 jóvenes líderes, organizaron una donación y gracias a la gestión que realizaban junto con la comuna, recolectaron zapatos para personas de escasos recursos del corregimiento del Caguán. El día de la entrega, Mauro junto con otros 4 compañeros no pudieron asistir. Lamentablemente para los otros 7 jóvenes que fueron a entregar este detalle que con mucho amor la comuna había recolectado, fueron asesinados. De los 12 integrantes de este grupo de jóvenes prometedores quedaron solo 5 vivos, entre esos está Mauricio.
Esta etapa del país bañada en sangre inocente entre los años 80 y 90 dejó también el vacío de conocidos, vecinos, profesores, padres, madres y jóvenes que hacían parte de esta revolución de amor y esperanza. De la nada fueron desapareciendo para luego ser encontrados sin vida, sembrando con ello el temor de continuar trabajando por el bienestar de todos.
Esas vidas silenciadas, apagaron la voz de la labor de una comuna marginada que estaba aprendiendo a soñar y transformar su realidad.
Se enlagunan los ojos de Mauricio al recordar este trágico momento. Vuelve a su presente y se da cuenta de que sólo tenía en su mano la colilla del cigarrillo que había prendido minutos atrás para calmar su ansiedad y que, aunque sólo había sido fumado un par de veces el fuego ya lo había acabado por él.
Se levanta de la silla mecedora, bota la colilla en la caneca de basura que está casi al frente de él, y mientras se seca las lágrimas para evitar que rueden por sus mejillas, se dirige hacia la cocina. Abre la nevera para servirse algo de agua en un pocillo y así, poder calmar un poco, tantos sentimientos que se han encontrado gracias al ligero recorrido que ha hecho hasta el momento, de lo que ha sido su vida.
Trata de pensar en otras cosas, pero su mente lo vuelve a encarrilar para continuar este gran viaje en el tiempo.
Ahora encontramos a Mauricio de 20 años. Después de esos trágicos y desafortunados sucesos, él siente la necesidad de estudiar derecho. Quería ayudar a cambiar vidas, quería ser parte de la gente que aporta su trabajo en pro al cambio positivo de la comuna que, aunque seguía temerosa de ser aniquilada, continuaba cojamente su camino. Por eso decide hacer parte de la junta de acción comunal del sector que lo vio crecer, como vicepresidente.
En este momento estaba cursando los últimos años de sus estudios secundarios, y eso no le impidió trabajar de la mano con la comunidad.
Recuerda que fue difícil, pero gracias a su gestión, logró conseguir los materiales para pavimentar las vías principales del barrio Simón Bolívar. No contó mucho con el apoyo de la junta comunal en este proyecto, pero se las ingenió para motivar constantemente a las personas del barrio y así brindarles unas vías decentes que decoraran el frente de sus casas. Después de recibir sus clases diarias en el Colegio Nacional Santa Librada, caminaba una hora hasta su barrio para organizar la logística del transporte de los materiales que había logrado conseguir gracias a su perseverancia, y luego trabajar con vecinos que al igual que su padre, vivían de la construcción y así fue como el sector gracias a su labor, pavimentó las vías principales del Simón Bolívar. Entre otra de las grandes tareas realizadas por Mauricio durante su vicepresidencia, estuvo también la caseta comunal.
En medio del fuerte trabajo social que realizaba, Mauro seguía enamorado y activo en el arte, en especial del Sanjuanero Huilense. Estaba iniciando su carrera como parejo de Sanjuanero y por cosas del destino, el estilismo “sin querer queriendo” se le cruzó en el camino.
Con la finalidad de crear oportunidades para personas de pocos recursos económicos tuvieran otras opciones de vida, la Universidad Surcolombiana patrocinó un curso de estilismo en los sitios más populares de Neiva donde la comuna 8 estaba incluida. Cerca de 50 mujeres que buscaban el sustento de sus familias diariamente, muchas veces sin tener condiciones laborales óptimas, hicieron parte de este proyecto. En las mingas de corte gratis que realizaban cada ocho días para que estas mujeres aprendieran del arte, Mauro se acercó para que una gran amiga que hacía parte de este proceso, le cortara el cabello. Ella nunca llegó ese día a la clase. Él regresó ocho días después pero su amiga tampoco fue. La profesora que dictaba el curso, lo invitó a hacer parte de este proceso y algo dudoso aceptó la invitación de la maestra. La verdad, él nunca pensó en seguir este camino.
El apoyo de su familia y amigos lo motivo a continuar y se fue perfeccionando en el mundo de la belleza.
La tristeza que había abrazado a Mauricio hace unos minutos atrás es reemplazada por una pequeña sonrisa que se marca en sus labios. Siente nuevamente la emoción de esos años donde tomó la decisión de continuar por este bello arte. Un “Gloria a ti mi Dios” deja salir como susurro que armoniza el silencio de su casa. Recorre el patio para entrar a la peluquería que con tanto esfuerzo construyó con la finalidad de ayudar a mujeres y hombres a aumentar su autoestima ya fuera con un corte de cabello nuevo, un perfecto maquillaje y unas grandiosas palabras de aliento que nunca faltaban.
Se sienta en la silla donde él hace de sus clientes magia y se mira en el espejo que está al frente. Con las luces apagadas ve su reflejo entre grises por la sombra que deja la ausencia de luz, pero el brillo intenso que sobre sale de sus ojos y una sonrisa inmensa que ni siquiera estos días duros ha podido borrar, ilumina la oscuridad del salón.
Ha sido bastante difícil, pero él desde pequeño sabía que quería ayudar a otros y por eso no dejaría de avanzar.
Se acordó ligeramente de aquellos grandes estilistas de Neiva, que le abrieron las puertas de sus negocios para que él creara su propia historia en este gremio. La primera fue Shampoo, que se ubicaba donde actualmente es la cruz roja. Fue la gran oportunidad que la vida le brindó para mostrar y fortalecer sus conocimientos en este arte. Yarol, otro gran estilista que tenía la peluquería en el barrio Santa Inés, empezó a conocer su trabajo y se interesó en que él hiciera parte de su equipo profesional de belleza, propuesta que Mauro aprovechó. En esta ocasión, Mauricio perfecciono su estilo al maquillar y peinar dando un resultado profesional. Después de un tiempo, Jorge Mosquera otro gran estilista de la época, lo invitó a trabajar en su peluquería que estaba ubicada en el Quirinal. Mauricio empieza a ser reconocido por personalidades importantes del Huila quienes no lo cambian por nadie. Luego, conoció a Alberto Barón y aquí es donde Mauricio entiende, que cada uno de los momentos que vivió durante su vida, era para llegar a este instante donde encontraría el verdadero sentido de la misma.
Alberto Barón es un reconocido e importante folclorista del Huila. Bailarín de reinas, estilista profesional y la clientela que lo rodeaba eran personas influyentes en los ámbitos socio-económicos y políticos del departamento opita.
Mauricio desde niño soñaba con ser parejo de sanjuanero huilense y por eso mismo se empezó a formar para ello. Participo en varios reinados y al saber maquillar y peinar, hacía que sus reinas relucieran y sobresalieran en el escenario. Esa fue la razón crucial por la cual decidió continuar en el estilismo.
En este tiempo con Barón, Mauro empezó a despertar interés por los trajes de sanjuanero. Alberto alquilaba trajes constantemente y por este valor agregado que él tenía en su peluquería, Mauricio tuvo la oportunidad de interactuar con reconocidos diseñadores de trajes de sanjuanero como José Luis Roldan, Pina Vanegas y la recordada doctora Ana María Bernal (QEPD).
Las flores troqueladas, el brillo del millaret al contrastarse con las luces que adornaban una tarima, el tul del pollerín que parecía algodón cuando las reinas alzaban el pie al bailar el sanjuanero, y el ver el proceso de como se hacía un traje, hizo que Mauricio cayera encantado en un nuevo sueño: diseñar trajes de Sanjuanero Huilense.
Pina Vanegas y Ana María Bernal le permitían a Mauricio explorar cada rincón de sus talleres donde ocurría la magia de la creación, para que él fuera testigo de los distintos procesos que tenía los trajes. Él como si fuera un niño chiquito encantado y curioso, detallaba cada movimiento que ellas hacían al confeccionarlos, y así fue como Mauro empezó arreglando y practicando con trajes viejos que Alberto Barón le dejaba.
José Luis Roldan también tenía una peluquería en el barrio Mártires de Neiva. En el 2002 él y Mauricio Castellanos, decidieron continuar en esa peluquería conjuntamente. Tres meses después José Luis decide darle a su vida profesional otro rumbo y deja a Mauricio en la peluquería. Finalmente, seis meses después Mauricio gracias a su trabajo y dedicación era el dueño de aquel sitio que hoy en día con letras grandes y elegantes adorna la fachada con su nombre.
Su creatividad e innovación ayudó a abrirle las puertas con una de las clientas más estimadas que él ha tenido, Sandra Barrios. Ella era la directora del festival municipal y le dio la gran oportunidad de debutar como diseñador de trajes de sanjuanero, con 10 trajes para las reinas populares de ese año (2002).
Aquí fue donde Mauricio empezó a ganar el reconocimiento y a destacar como diseñador pues al año siguiente, ya hacía trajes para los reinados departamentales y nacionales de Neiva. Por esta razón decidió dedicarse al arte de la confección de los trajes del baile insignia del Huila y a su peluquería.
Parejos reconocidos como James Amesquita, Julián Mahecha, maquilladores profesionales respetados como Osnid Hernández, ayudaron también a que la marca Mauricio Castellanos creciera y se consolidara fuertemente en el Huila, en Colombia y en países como Usa, China, Japón, Canadá, España, Italia, Suiza entre otros.
Gracias a su emprendimiento, empezó a ofrecer trabajo desde hace 18 años a otras personas para que trabajaran en la peluquería y se rodeó de un excelente equipo de trabajo, incluyendo modistas que son mujeres cabezas de hogar, pintores, troqueladores, para confeccionar sus trajes y crear un estilo diferente y armonioso en su marca, haciendo que sus diseños sean siempre diferentes y deslumbrantes.
Desde ese 2002, Mauricio empezó a pintar sonrisas en las caras de los niños de aquel barrio que le enseñó e inspiró a salir adelante, dándoles regalos cada fin de año, al igual a esos niños que por sus condiciones de salud pasaban noche buena en la camilla de un hospital. También, hasta antes de que llegar la pandemia, estaba comprometido con las mujeres que padecen de cáncer, donándoles una peluca para ayudarlas a sobrellevar esta gran batalla y a pesar de que ahora no lo pueda hacer por las condiciones económicas en las que se encuentra, continua su labor de la mano con una fundación, brindado el apoyo para que esta iniciativa no se acabe.
Él es consciente de que su vida ha sido el resultado de todas las personas que han entrado en ella, y todos esos logros no han sido solo de él, sino también de su familia que lo ha apoyado siempre y la gente que le ayudó y enseño a ser mejor.
Quienes conocen a Mauricio, saben que ha sido una persona que ha ayudado abrir puertas a aquellas que necesitan una oportunidad para mejorar sus vidas, pues él logra verse reflejado en aquellas miradas que le lanzan un grito ansiando para ser ayudados, porque décadas atrás estuvo en el mismo lugar.
La pandemia, ha amenazado cruelmente la economía de la gran mayoría de personas en el mundo, pero Mauro después de recordar los detalles importantes que lo forjaron hasta el día de hoy, sigue en pie, buscando la manera de reinventar una historia que le ha hecho merecedor de varios reconocimientos por su labor constante en la cultura opita.
Su vida es un ejemplo vivo, de que somos nosotros quienes nos limitamos a cumplir nuestros sueños.
Por: Liseth R. Ortega