Eufemismos consoladores

 Eufemismos consoladores

Por: Delimiro Moreno

Con el ingenuo propósito de “no ofender” a concretos grupos humanos, en unas ocasiones, y en otras con el claro propósito de ocultar la realidad semánticamente para  no enfrentarla como  es, en  los últimos tiempos se ha impuesto la costumbre de cambiarle el nombre a ciertas cosas y fenómenos  y usar en su lugar  eufemismo consoladores.

Ya no hay ciegos, sino “personas en situación de incapacidad visual” como si con esta larguísima maniobra semántica las víctimas de tan penosa calidad  pudieran  ver. Los antiguos ancianatos,  donde eran asilados los viejos (que ya son “adultos mayores”, como si las personas maduras  o jóvenes fueran “adultos menores”) primero fueron cambiados por el apelativo técnico de “hogares geriátricos”, pero como parece que también  el término “geriátrico” es tan ofensivo como los de “viejo” o “anciano”, ahora se le ocurrió a algún genio del Ministerio de Salud llamarlos “Centros  Día”, utilizando  esta bella y concisa palabra para  un  retorcido eufemismo consolador. Otros, más imaginativos, les han  dado el nombre de “Centros Vida”, mucho más de acuerdo con la buena intención de hacer de estos establecimientos un lugar de sana y agradable permanencia de los viejos enfermos,  abandonados  o sin  una familia que les puedan brindar  un hogar normal, rodeados de sus hijos y sus nietos, ofreciéndoles servicios  de salud  y acompañamiento, en vez  de  los tétricos  sitios de reclusión que  eran los ancianatos o asilos antiguos, de ingrata recordación. Centros Vida, para darle vida a los años y no acumularle inútilmente años a la vida.

El autor de estos deshilvanados comentarios es  un anciano de casi 90 años, sin Alzheimer, orgulloso  de haber  llegado  a esta edad con la experiencia que solo da la vida, y no siente que llamarlo viejo o anciano sea un insulto. Al contrario, son pocos los hombres que alcanzan este singular y precioso estado que para  los antiguos era sinónimo de sabiduría y motivo de  orgullo, aunque  para ciertos imbéciles, que acaso no llegarán nunca a él, sea motivo  de escarnio y descalificación  social.

Así como la leche no puede  ser definida como “el líquido perlático de  la consorte del toro” como en el retorcido lenguaje barroco, los ciegos no son solo “personas en situación de  discapacidad visual”,  o “invidentes” sino ciegos con capacidades, virtudes  y calidades dignas  de respeto y consideración por  la sociedad;  y los viejos y ancianos no somos “adultos mayores” o “personas en situación  de avanzada  y  trágica acumulación de  años de vida inútil”, sino acaso los guías de su sociedad que merece aprovechar la experiencia y sabiduría de quienes  han logrado sobrevivir  mucho tiempo a condiciones adversas  que dejaron en el camino de la vida a muchas personas que habrían podido darle muchos frutos a la comunidad.

Sin eufemismos que oculten la realidad  o la disfracen.

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