FALTA CIVISMO Y SOBRA VANDALISMO
Por: Delimiro Moreno
El jefe del programa de Alumbrado Público, Germán Gonzalo Barón, denunció que el pasado viernes 22 de febrero las acometidas del alumbrado público del intercambiador de La Toma en la caja de inspección ubicada en la carrera 15 con calle 16 esquina, fueron violentadas, así como la chapa del gabinete que aloja el equipo de medida del transformador, rompieron los conductores, y demolieron parte del andén intentando extraer el electrodo y el cable de cobre instalado para el sistema de puesta a tierra.
Meses de arduo trabajo fueron necesarios para poner al servicio de los ciudadanos estas obras y sólo bastaron unos días para que fueran dañadas por manos criminales. El proyecto quedó así sin alumbrado público.
Lamentablemente, no es el único caso de vandalismo contra las obras que son construidas con dineros públicos para el servicio y usufructo de toda la comunidad para que unos cuantos individuos las dañen en su propio beneficio, pues venden el resultado de su delito a comerciantes tan criminales como ellos, que tienen como profesión “reducir” el fruto del delito y lucrarse de él. Hace pocos días, se informó que a las esculturas de la avenida “Inés García de Durán” –una de las más bellas obras de ornato urbano de la ciudad- les fueron arrebatados algunos de sus elementos que felizmente ya les fueron recuperados. Y del paseo José Eustasio Rivera, frente al Centro de Convenciones hace meses fue robada toda una estatua convertida en chatarra por los irresponsables comerciantes. Una bella placa en homenaje a las Fuerzas Armadas también fue víctima de los antisociales y sus cómplices “reducidores”. Muchas de las obras de ornato que fueron colocadas por administraciones anteriores en las vías peatonales –recordamos ahora las que adornaban la carrera 5ª con poemas de José Eustasio Rivera, han sido desmanteladas para vender los metales a los chatarreros reducidores, en últimas verdaderos responsables de estos delitos pues patrocinan económicamente a quienes los cometen.
Y como no es posible poner un vigilante armado a cada obra pública para que no sea víctima de los vándalos, hay que hacer un llamado a la comunidad para que asuma la vigilancia y conservación de las obras que se hacen con el dinero de sus impuestos para su beneficio.
Nos falta mucho civismo, pensar más en los intereses generales que en los particulares de un comerciante. Alertar y prevenir el vandalismo contra las obras públicas, aun la de puro ornato. Tomar conciencia de que ellas no son propiedad de los funcionarios de una administración, sino de toda la comunidad, porque parece que una expresión de la oposición política es patrocinar estos atentados para desprestigiar al alcalde de turno.
Más civismo y menos vandalismo, para vivir en una ciudad y una comunidad decentes y convivientes.