LA ABUELA
Por: Liseth R. Ortega
Recuerdo que, durante 4 meses iba cerca de la Medilaser, ubicada en la Carrera 7 con Cll 12; después del trabajo a esperar la ruta que me dejaba cerca a la casa.
El primer día estaba algo desubicada de la hora, entonces busque entre la gente que caminaba por el andén, a alguien que me transmitiera confianza para preguntársela. Ahí vi una abuelita con un carrito de color verde, donde tenía una vitrina llena de piña en rodajas y papaya. Me pareció muy curioso y triste ver como una mujer de la edad de mi abuelita, aún debía preocuparse por buscar una forma de sustentar sus necesidades y gastos; aunque era admirable también, notar el empuje que tenía, al buscar una forma para poder conseguir dinero, honradamente, sin hacerle daño a nadie.
La saludé y le pedí el favor de decirme que hora era en ese momento. Ella muy tranquila y cordial me la dio. Con muy pocas palabras me trasmitió ese calor que no se siente a menudo y la sonrisa que soltó mostrando el gusto en hacerme el favor, se quedó grabada en mi mente.
Yo, que tengo la posibilidad de trabajar en una empresa, que tengo la tranquilidad de que ese ingreso mensual cubre mis gastos a veces soy tan miserable con detalles tan pequeños como el de dar una sincera sonrisa.
Todos los días la miraba a lo lejos, mientras esperaba el paso del bus y notaba como la gente que buscaba también en la informalidad la forma de suplir sus necesidades, la trataban con cariño y respeto.
Hace aproximadamente dos meses atrás, dejé de tomar esa ruta, pero hoy me acordé de ella.
En la hora del almuerzo, fui hasta donde se ubicaba todos los días con las ansias de encontrarla y sí, ahí estaba.
Muy emocionada la saludé y le dije que quería escribir sobre ella. Le pedí la oportunidad de que me dejara hacerlo y ella sorprendida y sin entender el porqué, me lo permitió. Muy seguramente, no se acordaba de mí, pero yo sí de ella y eso era lo que importaba.
Conocer su historia, me hizo admirarla más, pues una vida llena de lucha y sacrificios, no merece menos.
Etelbina Yawe, es una mujer Caucana de 76 años. Nunca conoció a su padre y su madre falleció cuando tan solo tenía 4 años. Sus tías maternas se encargaron de ella e inclusive la animaron a estudiar. cursó hasta segundo de primaria, pero por las necesidades tuvo que empezar a trabajar desde muy niña. Por no tener completa la educación académica, la vida y la experiencia le enseñaron a trabajar de manera informal como en casas de familias, restaurantes y en lo que saliera.
Tuvo 6 hijos, de los cuales uno falleció. Los otros 5, por las responsabilidades que adquirieron con sus hogares, les queda muy difícil colaborarle económicamente. Fue madre soltera.
Hace 7 años, la “abuela” como cariñosamente la llaman sus compañeros de oficio por ese cariño que transmite, llegó al Huila en busca de mejores oportunidades y hace 5 años inicio a trabajar con su carrito. Se gana aproximadamente $15.000 diarios, de los cuales debe sacar para el parqueadero del carro, lo de surtir nuevamente y su transporte ya que vive en una invasión cerca de Galindo.
Afortunadamente el Sisbén cubre los gastos en caso de enfermarse, pero por la falta de oportunidades, no tuvo la opción de poder recibir una pensión por los años que le ha dedicado al trabajo. Hoy a sus 76 años, lo sigue haciendo y lo hará hasta que su cuerpo se lo permita.
La informalidad nace de la necesidad de buscar la forma de autosostenerse sin delinquir o causar daños a la sociedad. Como ella lo decía, resulta difícil que a la edad que tiene la reciban en alguna empresa, así ella tenga la voluntad de trabajar. Lo más triste es que hay muchas personas como la abuela que a pesar de la dificultad, no se dejan opacar; pero tristemente el estado y hasta nosotros mismos no entendemos eso y juzgamos o exigimos sin conocer las necesidades de los demás.
Todo lo malo es rico, hasta cuando nos toca.