LA INTRIGA

 LA INTRIGA

Por: Liseth R. Ortega

Ante mis ojos, suspiró por última vez y con su mirada dirigida hacia mí llena de tristeza, se desplomó estruendosa y sutilmente.

¡Me encontraba en shok!, ¡estaba aturdida!.

Caminé pausadamente hacia la pared, me puse a espaldas de ésta y lentamente me deslice hacia el piso ensangrentado.

No tenía ni la más mínima idea de lo que había sucedido en ese lugar, no sabía dónde me encontraba, ni si quiera recordaba quien era yo.

Empecé a llorar conmocionada por lo que había visto, no sabía qué hacer.

Me gritaba fuertemente una y otra vez ¡Maldita sea, lo maté!.

Trataba de recordar lo que había pasado, pero simplemente… simplemente mi mente no me funcionaba, no me traía la información que ansiaba en ese momento.

Entre lamentos y lágrimas me fijé, que en mis manos había un arma. -¡esto no es mío! me dije; – ¡ésta vaina no es mía! grité y mientras lo hacía, la lancé con un sentimiento profundo de repudio e ira, asegurándome de que esa cosa, no quedara cerca de mí.

Estaba temblando, estaba fría, sencillamente estaba allí, en ese lugar perdida de los hechos que hicieron ponerme ahí.

Desconsolada, empecé a observar a mí alrededor. Me fijé que al frente de mí había una foto grande con marco dorado con lindos detalles.

En la fotografía habían dos niños con edades entre 6 y 8 años; se estaban abrazando y ambos sonreían. Pude notar un brillo hermoso en sus ojos, un brillo de sinceridad, serenidad, de inocencia.

Detrás de ellos se encontraba un hombre y una mujer. Parecían felices, pero al detallarlos, la mirada de la mujer estaba apagada, triste, no tenía vida.

Sé que pude haber salido en ese momento de la casa, pero no lo hice. Simplemente no sentí el deseo de hacerlo, el impulso de salir corriendo y perderme del trágico momento que estaba viviendo.

En definitiva, es esa la peor decisión que haya tomado en mi vida.

Minutos después de que me tranquilicé, decidí acercarme hacia el cuerpo sin vida de aquel hombre. Admito que sentía pánico hacerlo, pero, necesitaba saber quién era, quería saber a quién le había destruido sus sueños, sus ilusiones, su vida.

No recordaba su rostro, solo esa mirada desconsolada que daba vueltas y vueltas en mi mente.

Me acerqué paulatinamente, me fijé en no pisar el charco que había hecho su sangre; esa sangre roja que me hipnotizaba cada vez que la veía; sentía el sudor frío de mis manos, tenía una sensación entre presión y vacío fuerte en mi pecho; escuchaba el rápido latir de mi corazón en mi cabeza a tal punto que pensé que estallara. Cogí la manga de su saco que descolgaba en su frente, estaba ansiosa por saber quién era, se me congelaron los huesos , mi piel estaba totalmente erizada. Cerré mis ojos fuertemente, respiré profundo y coloque su brazo en su pecho.

No estaba segura de querer verlo, pero la curiosidad que en ese momento envestía mi ser, me obligó a abrir mis ojos…

Compartir