LA LECCIÓN
Por Liseth R. Ortega
Un mes de mayo bastante inusual corría en el año 2020. Ya no se escuchaba retumbar las tamboras a ritmo de sanjuaneros, ni las coplas de rajaleñas «pelando» de la labor de los alcaldes y personalidades importantes del departamento. El ambiente jocoso, las reinas, los desfiles y el sonido de la pólvora estallando en el ardiente cielo huilense, ausentaban las calles principales de los pueblos opitas que en años anteriores solían dar inicio a las fiestas de San Pedro.
Una pandemia golpeaba la tranquilidad humana y el caos emocional empezaba a renacer, entre el temor de morir de hambre o de Covid 19 después de 2 meses de absoluto encierro.
Muchos se enfermaron de los mismos nervios, otros trataron de mantenerse tranquilos para no alborotar de susto a los demás integrantes de la familia.
Nunca antes habíamos estado tanto tiempo juntos con los nuestros. Al inicio, pudimos conocer lo que ignorábamos de ellos, hubo más cariño, más abrazos, más temas para conversar durante las comidas, pero conforme pasaban los días cuando el dinero se estaba acabando, empezaron unos cuantos problemas por el estrés.
Entendimos el valor de lo que teníamos antes de encerrarnos, comprendimos la posición de los animales enjaulados, supimos que nosotros éramos la plaga de nuestro planeta y que debíamos cambiar bastantes hábitos para ayudarlo a perdurar. Sentimos la importancia de ahorrar, lo tranquilo que debería ser si no le debiéramos a los bancos, y sobre todo nos dimos cuenta de que los de clase media no éramos nada en esta hambrienta economía si no salíamos a producir diaria, semanal o mensualmente…
Llenaba de tristeza cuando muchos negocios locales empezaron a cerrar, pues ya no había dinero para mantener viva la ilusión de encontrar libertad en ser independiente, quedando en la quiebra, con deudas, sin algún padrino que los ayudara a levantarse y a su vez, muchos perdimos los trabajos con los cuales sosteníamos a nuestros hogares.
Era imposible encontrar la tranquilidad cuando éramos conscientes que el dinero era quien podía darla, obligándonos a buscar otras formas de sostenernos mientras tanto.
Algunos, trataron de salir a las calles para poder conseguir lo del pan del día sin importar que el gobierno los reprimiera por ello. De esos «algunos”, madres, padres, desesperados acabaron con sus propias vidas porque ya no podían permitir que sus hijos aguantaran hambre. El país, fue testigo de esas trágicas perdidas.
Mientras familias estaban dichosas de tenerse, otras sentían pavor de estar tanto tiempo con los abusadores escondidos como su pareja, su padre, su esposa, su hijo, siendo más tortuoso el panorama que se vivía.
Las decisiones de la mayoría de nuestros líderes políticos mostraron la parte inhumana, insensible, la escoria de nuestra sociedad; algo que muchos ya sabíamos, pero para otros, que con profunda fe le lanzaban plegarias al Dios Divino para que llenara a esas personas de sabiduría, esas decisiones solo eran simples errores que cualquier humano puede cometer.
Nos dimos cuenta, que era necesario volver a trabajar, pues estábamos solos en la casa donde lo que debíamos del arriendo aumentaba cada paso de mes y que nadie nos ayudaría a salir de este lamentable momento. Nos urgía arriesgarnos, pues el hambre ya embestía a nuestros hogares y el cupo de las tarjetas de crédito se había agotado para seguir sosteniendo nuestras necesidades básicas. Así que poco a poco cada sector económico fue reincorporándose a la economía que no se había dormido del todo gracias a nuestros campesinos, proveedores de alimentos y al sistema de salud que, aunque cojeando y con muchas insuficiencias consigo, se mantenía caminando.
El Covid, empezó a llevarse a abuelos que no lograron despedirse de los seres que amaban.
La gran mayoría de ellos no comprendían mucho de política, no sabían cómo funcionaba, ni los derechos que tenían como ciudadanos y se limitaban a creer lo que las noticias nacionales les habían vendido casi por 2 décadas. Aun así, cada 4 años se acercaban a las urnas para apoyar las políticas que ahora con tantas reformas, sólo beneficiaban a quienes las cambiaban y a ellos los habían dejado solos. Ya en este momento de sus vidas entendieron que muchos problemas económicos que tenían era por falta de garantías del nefasto gobierno que ellos mismos habían ayudado a elegir durante tantos años.
Integrantes del personal de salud que arriesgaban sus vidas para salvar a otras, con los escasos recursos que el gobierno les proporcionaba y con un miserable sueldo que definía sus labores, fueron y siguen siendo víctimas de este letal virus. Luego, empezó a llevarse gente joven, llena de vida, con un futuro por delante y así poco a poco estas pérdidas humanas fueron sumando en la estadística que demostraba las fallas que cada uno de los sectores económicos tienen, por las políticas que hemos permitido que nos rijan.
Pero tristemente el Covid no ha sido el único que ha acabado con la vida de los colombianos. Personas que lideraban grandes proyectos sociales fueron asesinas en el transcurso del año 2020, tratados como delincuentes, como si ayudar a personas vulneradas fuera un delito en esta odiosa patria. Masacres de jóvenes hicieron parte de los titulares de periódicos digitales que mostraban una realidad oculta en la prensa tradicional. La delincuencia común ensangrentó sus manos con vidas de personas líderes en sus negocios, que aportaban opciones laborales y enseñanzas con sus ejemplos.
Pasó julio, agosto, septiembre y el miedo que le teníamos al Covid, empezó a esfumarse.
Ya salíamos con mayor frecuencia, nos reuníamos en casa de amigos a festejar el hecho de que aún seguíamos vivos, íbamos a disfrutar del paisaje en medio de caravanas de personas que degustaban del mismo plan. Creímos que era mentira o que no era tan fatal como se mostraba en las redes sociales y en las noticias, hasta que finalmente gente que conocimos y amamos empezaron a irse poco a poco.
Ahora, casi a 10 meses del inicio de la cuarentena en nuestro amado Colombia, nuestras UCIS están al borde del colapso, la alerta roja está sombreando varios municipios y departamentos, la gente está agonizando afuera de las puertas de los hospitales porque ya no hay cupo para atenderlos, y nuestros “queridos” líderes políticos, lo único que han hecho en este tiempo de crisis es volverse memes y aprovecharse de nuestras necesidades para derrochar el recurso de un país que vive el hambre que ellos mismos han creado en nosotros… su pueblo.
Con que excusa harán campaña en las próximas elecciones y que falsos miedos inducirán en sus discursos, para ganarse la confianza de este país sin memoria, el cual espero ansiosamente que después de todo esto haya aprendido la lección.