¿SE NOS MUERE?
Por: Liseth R. Ortega
El problema que tenemos es el de creer que todo durará para siempre y que lo que nos rodea, eternamente estará a disposición nuestra. Esa es la cultura con la que en muchos países crecimos pero ahora algo que pensamos que sería un imposible, se ha empezado a despertar.
Sentimos su presencia cuando salimos de nuestras casas, ese fuerte abrazo caluroso que es insoportable aguantar mientras nos dirigimos a nuestros destinos, es muestra del cambio de humor de nuestra fiel madre tierra. Ya es inevitable no notar las marcas que nos deja esa muestra de cariño en la piel. Ese recordatorio de que las cosas empeoraran si realmente no cambiamos el rumbo al que nuestras acciones cotidianas nos orientan.
Es nostálgico, cuando al pasar cerca a lo que era un rio caudaloso o a lo que eran esos charcos en donde siendo niños y/o jóvenes nos bañábamos con gran gusto, hoy se resumen a un hilo frágil que a medias puede desplazarse gracias a su leve corriente o que inclusive solo queda el recuerdo que da fe, de que en algún momento ese cristalino elemento vital para la vida de todos, existió en ese sitio.
Ahora en los lugares donde la temperatura ha empezado a bajar de forma insensata, congelando todo lo que a su alrededor tiene, es realmente abrumador. Ya el tiempo que nos dio para tomar ventaja a esta situación se nos está agotando y ¿que estamos haciendo para apaciguar su ira?
Tuve la hermosa oportunidad de vivir mi infancia en el campo. La combinación tan perfecta de lucir ese cielo azul junto con las nubes blancas llenas de infinitas formas que se reflejaban en los lagos como si estos fueran espejos. El verde del pasto que parecía una alfombra matizada por donde anduviera. Ese invisible abrazo con el que la brisa me acariciaba y ver como los arboles alrededor creaban una danza simétrica al ritmo en que las aves evocaban sus cantos mientras volaban de un lado a otro era un espectáculo brutal. La naturaleza se congeniaba y me hacía sentir parte de ella.
Realmente es triste ver como eso ha cambiado, el querer PODER, el querer ser más que los demás y la ambición nos cegaron para evitar ver lo que verdaderamente es importante y esencial, no solo para la vida de la humanidad sino también, de los seres que viven y estabilizan cada rincón de este planeta.
Aprendimos a tener las cosas sin importar el daño que estas causan, aprendimos a creer que es esa nuestra naturaleza, pensamos que somos únicos e irremplazables pero ¿qué somos sin agua para beber, sin aire puro para respirar, sin tierra fértil para sembrar?.
Finalmente hemos acortado nuestro tiempo de vida, enfermedades respiratorias, circulatorias, digestivas, en su mayoría resultado de la contaminación, cáncer de piel por los rayos UV, pandemias por cambios extremos del clima… hablamos que debe haber un cambio urgente pero ¿y qué hacemos actualmente para generarlo?. Esta es la hora y muchas personas aún creen que el cambio climático es tan solo un mito.
Este mundo nefasto que heredamos de nuestros abuelos y que no hemos aprendido a cuidar, ¿lo heredaran nuestros hijos?